Autores reconocidos y referentes en el ámbito educativo coinciden en la idea de dejar al niño jugar libremente, lejos de la excesiva intervención y oferta de propuestas dirigidas. Entre las necesidades a satisfacer para una infancia plena y saludable, jugar es una de ellas. El niño juega por necesidad, para vivir; es su ocupación, la tarea más importante en la etapa de la vida en la que se encuentra. Lo mejor que un adulto puede hacer para con un niño es regalarle tiempo y espacio para ser niño, tiempo y espacio para jugar.
Dejar que su desarrollo se dé desde esa libertad de juego y experimentación es abrir las puertas al aprendizaje.
En la escuela proponemos el juego libre como forma de relacionarse con el entorno y, por tanto, como motor de aprendizaje. Generalmente, los niños de esta etapa no se marcan un objetivo cuando se ponen a jugar. El juego no está pensado, surge de manera natural y espontánea en cualquier lugar y en cualquier cultura del mundo, es un lenguaje innato de la infancia que les hace adquirir infinidad de habilidades. Para desarrollarlo, el niño no necesita juguetes estimulantes, llenos de funcionalidad y color. El niño es hábil en el juego por naturaleza. De hecho, cuanto menos cosas haga un juguete, más hará el niño. Jean Piaget decía que «los niños no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan».
En Nexes la propuesta de juego se presenta mayoritariamente a través de material no estructurado y las oportunidades que nos brinda el entorno: palos, piedras, hojas, frutos, troncos, piezas de madera, bolas, flores, conos, herramientas… El niño tiene a su alcance una fuente inmensa de lo que podrían ser “juguetes” que fomentan la creatividad, la proactividad y la toma de decisiones. Las adultas, mientras, observamos con presencia la riqueza de sus procesos de juego y procuramos que los espacios donde se desarrollan sean seguros y atractivos, y que cuenten con recursos y materiales adecuados para la edad de los niños que acompañamos.